La oración



La oración, a diferencia de lo que siempre nos ha enseñado la tradición, no sirve para pedir favores materiales. Ella es mucho más importante cómo para usarla simplemente en asunto que corresponden al "cesar" (al mundo).

                        "Vuestro Padre sabe lo que necesitan antes de que vosotros lo pidan"

 Más que un mecanismo psicológico es una conversación intima, interna y personal con el Espíritu de Dios que habita dentro de nuestra mente. Internamente todos necesitamos en algún punto de nuestra vida consuelo y ser escuchados; es una experiencia única de búsqueda y exploración en el autoconocimiento de nosotros mismo y a la espera del sentir en el espíritu, su respuesta. Es explorar y buscar lo que sería la Voluntad de nuestro Padre y Creador. No es para dirigir nuestra súplica a que se haga lo que nosotros queremos, que en la mayoría de los casos las oraciones se ha vuelto un conjunto de palabras nacidas  bajo el temor, el desespero, la carencia, el peligro o bajo una tribulación, accidente o desastre inminente.

Nos mal acostumbraron a buscar a la Divinidad cuando estamos bajo el peligro y/o la carencia.

Claramente el Maestro, reflejado en los evangelios primeramente (exactamente se consigue en el evangelio de Mateo versículo 6), da ciertas características de la oración, cómo por ejemplo:

*No pedir cosas materiales, en dado caso toda oración debe tener un contenido expresamente espiritual, ya sea para el Hijo y/o para el Padre.

*No usar largas oraciones en repetición.

*No usarla cómo mecanismo para mover la voluntad de un Ser infinito a una corta visión de una persona limitada en espacio y tiempo.

*No dirigirlas a un Àngel, ser ya fallecido o cualquier otro individuo con connotaciones supuestamente divinas (santos, maestros ascendidos, extraterrestres, figuras de yeso que representen a personajes divinos, amuletos). No hay mediadores humanos o celestiales que nos permita conectarnos directamente a Dios. ¡Su espíritu ya habita en nuestra mente! y el único autorizado para revelar su palabra a nosotros los humanos es su Hijo, Jesús de Nazaret, siendo el Camino, la Verdad y la Vida.
Claramente se ha manipulado sus palabras al decir:

" Y todo lo que pidas en mi nombre , lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo" 


como licencia para hacer toda clase de espectáculos dentro de las instituciones religiosas, cuando en realidad este mismo Hijo, nuestro Maestro, enseña buscar primero la voluntad del Padre y atenerse siempre a ella tanto en oración cómo en hechos.
Esto lo dice la misma biblia, mismo libro que usan todos los cristianos. Pero hasta que no hagan un análisis propio cada creyente en vez de dejárselo al ministro, pastor o padre de turno, van a seguir ocurriendo el uso de la Divinidad para intereses expresamente materialista.

                                   

*Buscar siempre su Voluntad que tiene reservado para la humanidad así como lo hace siempre en el cielo ¿Recuerdan ese fragmento del Padre nuestro? 

"Que se haga tu voluntad así en la tierra, cómo en el cielo"

*La oración es personal, sin show (espectáculo) para ser vistos por los demás, por lo tanto es más cercano a silencio contemplativo en el espíritu (adoración) que usar tantas palabras.
*Al usarla para buscar su Voluntad, se cae en la consciencia de que la búsqueda en primer instancia tiene que ver con todo lo referente a su Reino y su Justicia, ya que lo demás lo estamos dejando a su Voluntad. En otras palabras es Confiar.  Por tanto es en la exploración y el descubrimiento constante de su Voluntad para nuestra vida, dejarnos día a día guiar por su Espíritu residente. Ejercitar nuestra Emunah (Esta palabra no es simplemente Fe, es mas compleja, significa: Confianza en el Acto. La Fe puede ser peligrosamente ciega si no se le comprende y mucho menos si no se le práctica al ejercer los frutos del Espíritu).

Entonces, si la oración no sirve para pedir ¿Por qué usarla?

Aquí les dejo el siguiente fragmento que nos puede despejar un poco esa incógnita:

—¿Cuál es la mejor oración?
—Hacer la voluntad de Ab-bā. No te canses de ponerte en sus manos…
La oración es una forma de hablar con el Padre Azul. Sirve para divinizar lo humano.
Eres consciente de que te encuentras sobre las rodillas de un Dios. Y Él, Ab-bā, te sonríe, te diviniza…
Pero no os equivoquéis. Rezar no es solicitar cosas materiales…
No tienes por qué pedir nada .
Orar es una manera de conversar con la Divinidad. Cuando hablas con un buen amigo, ¿qué haces? ¿Te pasas el tiempo pidiéndole cosas? Claramente no. Pues es eso: Siéntate en las rodillas del Padre Azul y abre tu corazón. Muèstrale cómo eres en realidad. Háblale de tus sueños, de tus deseos… O no le hables.
Donde hay amor no se necesitan las palabras. No tienes por qué decir nada. Siente a Dios, sin más. Él sabe porque está dentro de ti.
Él entra en vosotros —en la mente— y ahí permanece y permanecerá. Cuando paséis al otro lado, esa «chispa» del Espíritu de Dios terminará fundiéndose, definitivamente, con vuestra alma.
La oración, es algo más grande y sublime. No la enturbiéis con asuntos menores.
El hombre, mientras padece su condición de mortal, busca y necesita respuestas. Y en verdad te digo que esa sed de verdad sólo puede aplacarla mi Padre. Ni el poder, ni la fama, ni siquiera la sabiduría, conducen al hombre al verdadero contacto con el reino del Espíritu. Es por la oración cómo el humano trata de acercarse al infinito. Mi espíritu empieza a estar afligido y yo también necesito del consuelo de mi Padre.
-¿Es que la verdadera sabiduría está en el reino de tu Padre?
-No... Mi Padre es la sabiduría.
-Entonces, si yo rezo, ¿puedo saciar mi curiosidad e iluminar mi espíritu?
-Siempre que esa oración nazca realmente de tu espíritu. Ninguna súplica recibe respuesta, a no ser que proceda del espíritu. En verdad, en verdad te digo que el hombre se equivoca cuando intenta canalizar su oración y sus peticiones hacia el beneficio material propio o ajeno.
Esa comunicación con el reino divino de los seres de mi Padre sólo obtiene cumplida respuesta cuando obedece a una ansia de conocimiento o consuelo espirituales. Lo demás -las necesidades materiales que tanto os preocupan- no son consecuencia de la oración, sino del amor de mi Padre.
-¿Por eso has insistido tanto en aquello de «buscar el reino de Dios y su justicia...»?
-Si, Jasón. El resto siempre se os da por añadidura...
-¿Y cómo debemos pedir?
-Como si ya se os hubiera concedido. Recuerda que la fe es el verdadero soporte de esa
súplica espiritual.
-Dices que la oración -así formulada- siempre obtiene respuesta. Pero yo sé que eso no
siempre es así...
-Cuando las oraciones provienen en verdad del espíritu humano, a veces son tan profundas
que no pueden recibir contestación hasta que el alma no entra en el reino de mi Padre.
-No comprendo...
-Las respuestas, no lo olvides, siempre consisten en realidades espirituales. Si el hombre no
ha alcanzado el grado espiritual necesario y aconsejable para asimilar ese conocimiento emanado del reino, deberá esperar -en este mundo o en otros- hasta que esa evolución le permita reconocer y comprender las respuestas que, aparentemente, no recibió en el momento de la petición.
-¿Esto explicaría ese angustioso silencio que parece constituir en ocasiones la única
respuesta a la oración?
-Sí. Pero no te confundas. El silencio no significa olvido. Como te he dicho, todas las súplicas
que nacen del espíritu obtienen respuesta. Todas... Déjame que te lo explique con un ejemplo:
el hijo está siempre en el derecho de preguntar a sus padres, pero éstos pueden demorar las respuestas, a la espera de que el infante adquiera la suficiente madurez como para comprenderlas.
»La gran diferencia entre los padres humanos y nuestro Padre verdadero está en que
aquellos olvidan a veces que están obligados a contestar, aunque sea al cabo de los años.
-Según esto, cuando muramos, todos seremos sabios...
-Insisto que la única sabiduría válida en el reino de mi Padre es la que brota del amor. Después de gustar la muerte, nadie será sabio si no lo ha sido antes en vida...
-¿Debo pensar entonces que la demora en la respuesta a mis súplicas es señal de mi
progresivo avance en el mundo del espíritu?
-Hay infinidad de respuestas indirectas, de acuerdo con capacidad mental y espiritual del que pide. Pero, cuando una súplica queda temporalmente en blanco, es frecuente presagio de una contestación que llenará, en su día, a un espíritu enriquecido por la evolución.
-¿Por qué resulta todo tan complejo?
-No, querido amigo. El amor no es complicado. Es vuestra natural ignorancia la que os precipita a la oscuridad y la que os inclina a una permanente justificación de vuestros errores.
—Me asombra tu familiaridad para con Él. Es dificil acostumbrarse. ¿Por qué le hablas
así al Padre?
— ¿Crees que es el Dios del miedo?  
¿Por qué te inquietas si disfrutas de una infinitamente más intensa y benéfica?
—¿Una luz? —balbuceé—. ¿Dónde?
Señaló mi pecho y, más serio, si cabe, proclamó:
—En el corazón y mente...
—Exacto, Tú enseñas lo contrario, pero...
—Lo sé,  éstos, mis pequeñuelos de ahora, han sido educados en un Dios al que hay que temer. Lo sabes bien: yo he venido a cambiar eso. ¿Cómo puedes sentir miedo de la luz, que te ayuda y te vivifica? ¿Cómo debo hablar con el amor?
Y dibujó en el aire la palabra áhab (amor). Entendí: con mayúscula...
—Con el Amor, querido mensajero, ni siquiera es preciso hablar Pero, si lo haces, hazlo con la confianza, con el respeto, con la admiración, con la alegría y, sobre todo, con la sencillez que proporciona un amigo...El Padre es más que un amigo, y más que una novia o un novio. Háblale, silo deseas como te hablas a ti mismo. En realidad, aunque no lo sepas, le estarás hablando a Él.
—Sin miedo...
— ¿Concibes la luz como un juez? ¿Crees que el Amor lleva las cuentas? ¿Para qué está
el perfume? ¿Sientes miedo cuando me hablas?
Negué de inmediato. Podía sentir otros sentimientos, muchos, pero jamás el miedo. Aquellos ojos, como la miel líquida, no habían nacido para asustar o dominar. Eso lo sé, y siempre lo he defendido. La mirada del Hijo del Hombre era un refugio...
—Hablar con el Padre..., como si fuera un amigo, y a cualquier hora, como tú...
—Así es. No importa cuándo, ni por qué. Para hablar con Él no necesitas un motivo. ¿Necesitas una razón para soñar, o para amar?
—Pero, si me dirijo a Él, tiene que ser por algo...
—Sí, ésa es otra equivocación que me gustaría corregir. Al Amor no conviene pedirle nada. Es un error y, además, una pérdida de tiempo.  Si hablas con el Padre —prosiguió con una sonrisa de complicidad—, no pierdas el tiempo. No solicites lo que ya tienes, o tendrás.
Y aclaró:
…Si Él te imagina, y es obvio que así es, puesto que estás ahí, frente a mí, Él lo hace con lo necesario para tu supervivencia. Tú no dependes de ti mismo, aunque creas lo contrario, sino de Él. Pues bien, si existes, porque te ha imaginado, ¿por qué te preocupas de lo material? En el Amor, como en el perfume, todo se ordena mágica y benéficamente.
—Entonces —lo interrogué con un hilo de voz—, ¿qué debo pedir?
—Oírle es un placer. ¿Te parece poco? Además, dada su condición de Padre, siempre
regala algo...
— ¿Oír por oír?
—Ese es el secreto que abre el corazón del Amor. Cuanto más quieras, más debes oír... Mejor dicho, más debes oír... le.
— ¿Y qué regala?
— ¿Y por qué no lo averiguas por ti mismo? Sólo tienes que asomarte al interior...

Fuente: de la Saga de libros Caballo de troya, del escritor Juan José Benitez.

En conclusión

La oración debe ser un hábito que debemos implementar a diario dentro de nuestra búsqueda personal de Dios, comenzando siempre en nuestro interior, dónde reside su Espíritu.


Atentamente: Simón Guardia
Desde: Venezuela

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